La estrategia del Caracol se
convierte en el carpetazo que le da fin a una de las tantas expresiones que
desde mitad de siglo pasado aplican el manual del realismo mágico para
representar la tragicomedia que vivimos los colombianos. Esta es una de las piezas
artísticas que configuran nuestra manera
de ver y entender el mundo: mediante una realidad hostil, violenta,
empobrecedora, burocrática un lugar donde la leyenda y la realidad se mezclan a
pesar de su aparente antagonìa.
Al igual que como lo soñaba Gabriel
García Márque, quien en sus primeros esbozos de Cien años de soledad pretendìa
que todos los eventos y sucesos de la novela ocurrieran dentro de una casa, una
casa de locos, como la misma Ursula Iguaràn solìa llamarla, donde allì
confluyen los arquetipos humanos, sus luchas, sueños, inconvenientes, etc.
Cosa similar ocurre con La Estrategia del caracol. Una casa de locos, un
inquilinato donde regiones, culturas, cosmogonìas y subjetividades cohabitan.
Al igual que en la obra cumbre de
Gabo, la realidad social de nuestros gobiernos atenta en constante
hostigamiento a las comunidades más vulnerables, prevaleciendo unos derechos
sobre otros, intereses sociales sobre intereses económicos.
Nos encontramos ante un escenario con
el cual retratamos al colombiano que sueña, que se levanta, lucha y que pelea,
valiéndose de ciertas tretas para poder existir. Aferrarse a la esperanza co un
náufrago de una tabla o como si simplemente fuese la única forma de escapar a
las múltiples manifestaciones en que la violencia y la corrupción se han
encriptado en nuestro espíritu dirigencial y en la idiosincrasia del ciudadano
o ciudadana. Mediante eso que llamamos malicia indigena, la misma que propicio
que Josè Arcadio Buendìa deseara conocer el mundo que habìa alrededor de
Macondo, es, con similar ímpetu la obstinada reacciòn de los habitantes del
inquilinato a ser forzados a salir de su lugar, en parte por la supervivencia,
pero sobre todo a las relaciones humanas y sociales que habìan podido construir y los problemas que
habìan logrado sortear y hacer frente.
Se convierte esta en una obra que
resalta el espíritu del ciudadano y ciudadana de a pie, en medio de la tragedia
de este país, pero caminando a través de su magia y de su encanto. atravesando
los recovecos que el Estado y el sistema ponen en la ruta, pero confiados y
esperanzados.
Es una bonita página de la historia
de nuestro cine, un recuerdo d eo fecundo que somos como naciòn cuando
caminamos juntos.
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