miércoles, 5 de agosto de 2015

Mario carra de marrano

Pasea el viento las hojas de una acera gris. En la entrada del café se ve un letrero con un afiche de Silvio Rodríguez y alguno de sus álbumes en los años 80´s.
En su interior solo hay dos tipos: el barman y un hombre d e mirada ruda que, apenas se percibe de mi irrupción en el lugar, me envía una mirada con sus ojos grises de cerdo, que me recuerdan la mirada de un carnicero ante su presa, afilando los cuchillos con los que dará muerte a un inocente venadillo.
No me siento atemorizada por el vaho húmedo del lugar, ni por su ambiente de soledad, tristeza, córtame las venas, dame un poco mas de whisky, trip trip  trip.
Creo que un poco de música de Serrat caería muy bien; pido un trago y ordeno la canción, me dirijo a un rincón y, completamente solícita, me arrojo al sofá de retazos que se hunde cuando mi enorme culo escurre el aire que se concentra entre los algodones. Nadie entra al lugar, retiro entonces mi chaqueta de cuero negro y dejo al descubierto mi brazo y la imagen del che Guevara esculpida en mi piel por tintas de color rojo y negro.
Creo que la cuestión acá no se trata solo de licor. Me dirijo al baño. A mi regreso, hay un trago más del que había solicitado, a su lado hay una nota y en ella decía: ¿Me acompañas a compartir tu soledad?
El hombre  con cara de cerdo me dirige una cómplice sonrisa, sin titubear voy hacia él, un gélido sabor atraviesa mi garganta. La noche me sorprende dispuesta al sexo, a la muerte, a lo que me depare el próximo segundo trip trip trip.
No me importa improvisar en el acto, cualquier sencilla acción puede preceder a mi mas loca actuación. Estoy loca de placer, ese hombre con cara de cerdo parece algo brusco para una noche calurosa y primaveral, donde los Angeles parecen reposar a los lados de las calles. Esta noche quiero demencia, sexo, locura, Medellín, Medellín, Medellín.
Las balas me hicieron puta, el dolor de mi madre me hiceron actriz, la muerte de mis tíos en el campo me hicieron guerrillera urbana, y esto bobo hijueputa con cara de cerdo me acaba de convertir en psicópata sexual a partir de ya.
-          Ven conmigo nene, iremos a mi casa, lleva los cuchillitos que guardas junto a tu sarnoso ombligo.
El hombre, con su cara pervertida hacia el sexo, por la acción afrodisiaca del aguardiente, se dirige con semblante folclórico y me dice:
-          Hola soy Mario, el carnicero con cara de marrano.
-          No te preocupes nene, no me interesa quién eres, solo quiero comerte, ¡pero de verdad!

Esta noche la bandeja ésta servida, consomé de cara de marrano bajo la augusta luz de mi habitación.

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